EL TRAFICANTE DE SUEÑOS

En el número 21-22 , de julio-agosto de 1982, de la famosa revista española Triunfo, que se fundó en 1946 y se editó hasta 1982 (precisamente éste fue su último número), alcanzando su apogeo como publicación política desde 1962 hasta su cierre, apareció un reportaje de cuatro páginas titulado El traficante de sueños y el epígrafe H.P. Lovecraft, aquel escritor escuálido y ausente, a cargo del escritor Tomás Fernández Ruiz. Se trataba de un extenso trabajo en el que se analizaba la vida y la obra del escritor estadounidense, ilustrado con varias fotografías (una de ellas, de Lovecraft niño con sus padres, fechada en torno a 1891), y que comenzaba con esta breve introducción:
Providence ha cambiado muy poco desde finales del siglo pasado hasta nuestros días. Algunos recordarán el trazo firme y apasionado con que en las pantallas de cine aparecía el nombre de este exótico lugar.
El otro nombre, H.P. Lovecraft aún no aparece en los diccionarios de literatura anglosajona. Algunas editoriales, sin embargo, deben a este escritor unos ingresos muy superiores a los que James Joyce o Walt Whitman pudieran haberles dado. Las obras de H.P. Lovecraft ya son conocidas en todo el mundo. No se puede decir lo mismo de las ciudades diabólicas, de los fantásticos viajes o de los primigenios seres que inspiraron las narraciones de aquel escritor escuálido y ausente.
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