Yo no me moví; me había quedado rígido,con los ojos llenos de horror, fijos en el suelo delante de mí. El miedo me abandonó, y en su lugar se sucedieron los sentimientos de asombro, compasión y respeto;los sonidos que murmuró la criatura abatida que yacía entre las rocas calizas nos revelaron la tremenda verdad: la criatura que yo había matado, la extraña bestia de la cueva maldita, era- o había sido alguna vez-, ¡un hombre!
La bestia de la cueva (1905).
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