En 1966 la editorial argentina Columba publicó un ensayo titulado El sentido de la ciencia ficción, una obra pionera en castellano sobre este género literario, escrito por el filósofo y docente argentino de origen italiano Pablo Capanna (n. 1939). Este ensayo, que fue actualizado y reeditado en 2007 con el título de Ciencia ficción, utopía y mercado, analiza la historia, los autores y los temas principales de la ciencia ficción. Como no podía ser menos, Capanna dedica varias páginas al escritor de Providence, y entre otras apreciaciones, escribe de él lo siguiente:
La gran figura de este período es, sin embargo, Lovecraft, un escritor que se destaca entre los cuentistas pueriles y semicomerciales de la época con caracteres definidos que hacen de él un segundo Poe. Personalidad inestable, inadaptado a la sociedad que lo engendró, Lovecraft se vio obligado a publicar sus cuentos en Weird Tales, que, como ya hemos visto, distaba mucho del nivel que él merecía. La obra de Lovecraft, en rigor, no pertenece estrictamente al género, aunque nos vemos obligados a incluirla en él por la influencia que tuvo sobre un grupo de jóvenes autores que imitaron su estilo y cultivaron sus temas: se hubiese perdido irremediablemente de no haber sido rescatada por este grupo de discípulos que editaron antologías de sus cuentos, con lo que permitieron su redescubrimiento posterior por la crítica francesa. (...) Lovecraft suponía que el hombre era apenas un insecto en manos de poderes superiores que se disputaban el Universo (quizá bajo la influencia de aquel gran heterodoxo que fue Charles Fort), a los que se complacía en insinuar, nunca en describir, como formando una complicada jerarquía de potencias que intervienen airadas cada vez que un mortal se atreve a descorrer el velo que las oculta. Los "mitos de Cthulhu", cuyo aspecto religioso es digno de análisis, se vinculan con la s-f en cuanto Lovecraft, que había pasado por el ocultismo y se había desengañado de él, los construyó sobre la base de premisas naturales, casi materialistas. Sus "dioses" no forman un mundo sobrenatural sino que son poderes finitos y actúan de modo material en el universo. Inclusive, en este caos organizado, parece no existir una preeminencia de los poderes del bien o del mal, ya que los dioses supremos se encuentran más allá de las valoraciones morales humanas.
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