En 1981 el prolífico Stephen King publicó un ensayo de 400 páginas titulado Danza Macabra, editado en español por la editorial Valdemar en 2006, en el que el popular escritor analiza la ficción de terror en la literatura, la prensa, la radio, las películas y los cómics, y sobre como este género ha influido en la cultura de Estados Unidos. King explora la historia de este género desde la época victoriana centrándose en el periodo que va desde la década de 1950 hasta la de 1980, cuando el propio autor de Carrie creció (recordemos que nació en 1947). Como siempre ha declarado y puso de manifiesto en algunos de sus relatos, en esta obra-que recibió el Premio Hugo al mejor libro de no ficción en 1982- reconoce la influencia de Lovecraft en su carrera. El capítulo "Una irritante pausa autobiográfica" comienza con una breve historia personal, habla de su infancia en el este rural de Maine y cuenta que cuando estaba ordenando algunos viejos enseres en el desván con su hermano mayor, King descubrió una edición de bolsillo de una recopilación de relatos de Lovecraft que había pertenecido a su padre. Acerca del libro de Lovecraft, King declara:
Saqué esos libros del desván. Mi tía, que era profesora de gramática y el alma del sentido práctico, los desaprobó con vigor, pero yo los conservé a mi lado. Ese día y el siguiente, visité la Meseta de Leng por primera vez; tuve el primer contacto con el pintoresco árabe pre-OPEC, Abdul Alhazred (autor de El Necronomicón, el cual, que yo sepa, nunca se le ofreció a los miembros del Club del Libro del Mes ni a los del Literary Guild , aunque dicen que una copia fue guardada bajo llave en las Colecciones Especiales de la Universidad Miskatonic); visité las ciudades de Dunwich y Arkham, Massachusetts; y fui, más que nada, transportado al horrible terror de El color que cayó del cielo. Luego de una semana o dos, esos libros desaparecieron y no volví a verlos. Siempre sospeché que mi tía Ethelyn estuvo involucrada en el caso de aquella conspiración. pero no pudo evitar lo que puso en marcha. Yo ya estaba en mi camino. Lovecraft — gracias a mi padre— abrió esa puerta, y se la había abierto a otros antes que a mí: Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Frank Belknap Long, Fritz Leiber, y Ray Bradbury entre ellos. Y aunque Lovecraft, que murió antes de que la Segunda Guerra Mundial satisfaciera muchas de sus inimaginables visiones de horror, no sea nombrado mucho en este libro, el lector haría bien en recordar que fue su sombra, tan larga y ancha, y sus ojos, oscuros y puritanos, la que se proyecta en casi toda la ficción de horror que se ha escrito desde entonces. Fueron sus ojos lo que más me impactaron en la primera fotografía que vi de él. Unos ojos como esos de los viejos retratos que todavía cuelgan en las casas de Nueva Inglaterra, unos ojos negros que parecen mirarte por fuera y por tu interior.
Si estáis interesado en leerlo, podéis adquirir el libro en este enlace.
Hola Federico. Soy el director de Relatos Increíbles. Un cuento tuyo fue aprobado para publicarse en la revista y te hemos escrito varios correos pero no hemos tenido noticias tuyas. Me puedes escribir a marcayuq@gmail.com
ResponderEliminar