En 1918 Lovecraft escribió tres poemas relacionados entre sí bajo el título A cycle of verse (Un ciclo en verso), el primero dedicado al mar (Oceanus, 16 versos), el segundo al cielo (Clouds, 22 versos) y el tercero y último a la Tierra (Mother Earth, 40 versos). Los dos primeros aparecieron publicados en la revista National Enquirer el 20 de marzo de 1919, y el tercero en esa misma revista, en su número del 27 de marzo de 1919. Luego serían publicados en conjunto en The Tryout en julio de 1919. Los tres poemas hablan de forma metafísica de las cosas extrañas que se pueden encontrar en el mar, en el cielo y en la tierra, de donde surgen todos los horrores, al decir de Lovecraft. Lo curioso del tercer poema es que apareció publicado en castellano bajo el título Madre Tierra el 29 de julio de 2018 en el blog de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Gobierno de México, uno de los ministerios que forman el gabinete mexicano y encargado de diseñar, planear, ejecutar y coordinar las políticas públicas en materia de recursos naturales, ecología, saneamiento ambiental, agua, pesca y sustentabilidad urbana. La citada entrada del blog, que podéis leer en este enlace, incluye una aclaración sobre el autor del poema, que reproduzco bajo estas líneas, y que dice así:
Gran innovador del cuento de terror. Nacido en Estados Unidos, es autor de novelas y relatos de ese género y de ciencia ficción. Junto con otros escritores, aportó una mitología propia vigente en la actualidad, los mitos de Cthulhu, que crean el horror cósmico literario con
elementos de ciencia ficción como razas alienígenas, viajes en el
tiempo e incursión en otras dimensiones. Lovecraft escribió también
poesía, ensayo y literatura epistolar y es considerado uno de los
autores de la literatura fantástica más influyentes del siglo XX.
El poema de Lovecraft ha sido traducido de la siguiente forma:
MADRE TIERRA
Una noche, vagando, bajé por el talud
de un hondo valle, húmedo y
silencioso.
Su aire estancado exhalaba un vaho de podredumbre y una
frialdad
que me hacían sentir enfermo y débil.
Los árboles, numerosos a cada lado,
se cerraban como una banda
espectral de trasgos.
Y las ramas contra el cielo menguante
tomaban
formas que me daban aterradoras.
Sin saber por qué, seguí avanzando.
Parecía buscar alguna cosa perdida
como la alegría o la esperanza,
pero pese a todos mis esfuerzos no pude encontrar
más que los fantasmas
de la desesperación.
Los taludes se estrechaban cada vez más.
Pronto, privado de la luna y las estrellas,
me vi encerrado en una
grieta rocosa tan vieja y honda
que la piedra respiraba cosas primitivas
y desconocidas.
Mis manos, explorando, intentaban rastrear
los rasgos
del rostro de aquel valle,
hasta que en el musgo parecieron encontrar un
perfil espantoso.
Ninguna forma que mis ojos esforzados
pudiesen captar era reconocible.
Pues lo que tocaba hablaba de un tiempo remoto
para el paso efímero
del hombre.
Los líquenes colgantes, húmedos y canosos,
me impedían leer
la antigua historia.
Un agua oculta, goteando quedamente,
me susurraba cosas que no habría debido saber.
...mortal, efímero y osado, guarda para ti lo que cuento,
piensa a
veces en lo que ha sido,
y en las escenas que han visto estas piedras
desmoronadas.
En conciencias ya viejas antes que tus débiles ancestros
apareciesen,
y en criaturas que todavía respiran
aunque no parezcan
vivos a los humanos.
Yo soy la voz de la Madre Tierra,
de la que nacen todos los horrores…
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