En el número del 11 de julio de 2002 del periódico catalán Avui apareció un artículo casi a página completa titulado H.P. Lovecraft: l’escriptor que ens vigila des del llindar (en castellano, H.P. Lovecraft: el escritor que nos vigila desde el umbral), del historietista y humorista gráfico Daniel Boada, autor de la serie de tiras cómicas "Granotes i Cuques" (Ranas y Bichos) que se publicó diariamente en el mencionado diario Avui (1998-2009). Se trata de un texto que analiza la importancia de Lovecraft y su obra dentro de la literatura, y que narra su biografía a grandes rasgos, mencionando a autores relacionados con él, como August Derleth, o Richard Lupoff y su famosa novela El libro de Lovecraft (1985). Entre otras afirmaciones, podemos leer lo siguiente, en su traducción al español:
Si hay un escritor que haya indagado profundamente en la conciencia y los terrores ancestrales de la naturaleza humana, éste es sin duda Howard Philips Lovecraft. El autor hurga en la psique del hombre hasta re-mover el miedo al vacío que le acompaña desde el momento en que tomó conciencia de ser vivo e inteligente. Lovecraft le basta con insinuar el aspecto físico de sus dioses obscenos, dejando a criterio del lector su plasmación definitiva (circunstancia que seguramente es la culpable del escaso éxito de las películas que se han hecho de en sus relatos). Lo primero que experimentará el lector novel al adentrarse en los mundos lovecraftians es una profunda vulnerabilidad, la sensación terrible de que allí no rigen las leyes físicas que le son familiares. Se verá empujado a un vertiginoso viaje al fondo de la mente, hasta rincones en los que se desconocen las normas más elementales del universo humano. Ciertamente, sólo Lovecraft es capaz de empezar un relato, "El ser en el umbral", con frases como ésta: “Es cierto que he disparado seis disparos en la cabeza de mi mejor amigo. Sin embargo, espero demostrar con esta declaración que no soy un asesino. Al principio diréis que soy un loco: más loco que el hombre al que disparé en su celda del manicomio de Arkham”. Lovecraft no aborda el terror que produce el simple asesinato, los cadáveres o los fantasmas. Es seguro que los protagonistas de sus historias, víctimas del acoso de criaturas pretéritas y omnipotentes, sentirían un gran alivio si descubrieran que sólo se enfrentan a un asesino en serie, a un psicópata mil veces asesino o a un simple espectro con ganas de venganza. El solitario de Providence, como se le conoce popularmente, va mucho más allá. Nos presenta un terror que hace tambalear nuestra confianza en la lógica del mundo. Invoca terrores que traspasan el tiempo y el espacio y que nos transportan al límite de la locura.
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