Hace apenas un mes salió a la venta el nuevo libro de relatos fantásticos del escritor catalán David Roas (n. 1965), del que ya hablé en este entrada sobre su obra Bienvenidos a Incaland, una colección que lleva por título Invasión. Esta obra de 128 páginas editada por Páginas de Espuma (ver este enlace, donde podemos adquirir el libro al precio de 14 euros), contiene una selección de inquietantes y sugerentes relatos de terror y fantasía, que beben y homenajean a los mejores autores del género, como Lovecraft. La huella de Lovecraft, Edgar Allan Poe o Mary Shelley
son claros referentes de este volumen y el propio Roas admite que es
"fan de Poe por encima de todo", como afirma en una entrevista reciente en Eldiario.es. A Lovecraft dedicó
parte de 2016 durante una beca de investigación en la Universidad de
Brown en Providence (EEUU) y "era inevitable que saliera un cuento
inspirado de aquella experiencia". Roas establece en Invasión "un diálogo permanente" en forma de homenajes a otros
autores, como Cristina Fernández Cubas, el Rod Serling de The Twilight
Zone, Mercedes Abad, Eduardo Berti o parodiando a George A. Romero. El relato en cuestión que es un homenaje a la figura de Lovecraft se titula La casa vacía, y que es el que da comienzo al libro.
Aquí tenéis la sinopsis oficial:
Un niño hambriento observa con mirada muerta desde lo alto de un
tobogán; otro construye pequeños ataúdes. Muñecas de ojos vacíos espían a
dos amantes, y criaturas nocturnas acechan a los supervivientes. Una
casa aparentemente abandonada atrapa a quien se aproxima y otra
sobrevive asediada por insectos. David Roas, referente
de la literatura fantástica, invade al lector con distintos fragmentos
de un mismo espejo que refleja lo inquietante y lo terrorífico de los
objetos y los cuerpos que nos rodean.
Estos cuentos, en la
mejor tradición actualizada de Lovecraft, Poe o Shelley, confirman que
ni nuestra madre ni nuestros hijos son quienes creemos, ni que en
nuestro hogar, ni siquiera en nuestra propia habitación, podemos estar
seguros. La invasión comienza allí donde menos lo intuimos.
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