En 2019 se publicó en España por Siruela la obra El infinito en un junco, de la filóloga y escritora Irene Vallejo (n. 1979), que de inmediato se convirtió en un gran éxito de ventas y recibió en 2020 el Premio Nacional de Ensayo. Se trata de una obra de 452 páginas que, de una forma muy amena, desmenuza y recorre los 30 siglos de historia del libro: la historia de su fabricación, los oficios con él relacionados (escritores, bardos, copistas, traductores, bibliotecarios, libreros), la invención del alfabeto, el paso del relato oral al escrito, las persecuciones que ha sufrido repetidamente a lo largo de los siglos. Como curiosidad, en el capítulo llamado El veneno de los libros. Su fragilidad, donde empieza hablando sobre libros que provocan la muerte, menciona al célebre grimorio ficticio Necronomicón, ideado por Lovecraft, con las siguientes palabras:
Sea como sea, el caso del lector del "Fedón" que saltó desde una muralla — la versión griega del viaducto— iba a inaugurar sin pretenderlo un nuevo filón literario: los relatos sobre libros que causan la muerte. No es extraño que el más famoso de todos, el Necronomicón, tenga nombre griego. Este volumen maldito, cuya sola lectura provoca la locura y el suicidio, es una invención de H. P. Lovecraft para el universo terrorífico de sus Mitos de Cthulhu. Del Necronomicón, por supuesto, nunca llegamos a conocer el contenido porque nadie ha sobrevivido para revelarlo. Se rumorea persistentemente que alberga saberes arcanos y hechizos de brujería que permiten entablar contacto con seres alienígenas de malignos poderes, los Antiguos. Expulsados en tiempos inmemoriales de nuestro planeta por practicar la magia negra, estos seres yacen aletargados en el espacio a la espera de una oportunidad de apoderarse del mundo, que ya una vez fue suyo. Lovecraft se divirtió escribiendo una minuciosa historia del Necronomicón y sus traducciones con tal lujo de detalles bibliográficos que algunos lectores han creído ciegamente en su existencia, y ciertos anticuarios estafadores han fingido que poseían un ejemplar, poniéndolo a la venta para incautos. La broma bibliófila comienza por el nombre mismo del autor, un supuesto poeta árabe loco llamado Abdul Al Hazred. En realidad, se trata de un apodo infantil del propio Lovecraft, inspirado por los cuentos de "Las mil y una noches". Al Hazred es un guiño al inglés all has read, «el que todo lo ha leído». Los relatos de "Los mitos de Cthulhu" son pródigos en avisos sobre las consecuencias funestas de leer el Necronomicón. Se nos advierte que en la Edad Media, debido a su influencia, sucedieron hechos espantosos, y el libro fue condenado por la Iglesia en el año 1050. Siempre según la versión de Lovecraft, pese a las maldiciones se imprimió una traducción al latín del libro sacrílego en la España del siglo XVII. Subsistirían cuatro ejemplares de esa edición, uno en el Museo Británico, otro en la Biblioteca Nacional de París, otro en Harvard, y el último en la ficticia Universidad estadounidense de Miskatonic, en la también ficticia ciudad de Arkham. Seguidores bromistas de Lovecraft han falsificado fichas del libro para los catálogos de diversas bibliotecas del mundo, atribuyendo la procedencia de la edición prohibida a la ciudad de Toledo. Allí donde aflora un presunto ejemplar, se disparan las peticiones de préstamo —al parecer, la curiosidad puede más que el miedo a la estela de demencia y muerte que deja a su paso el Necronomicón—.
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