Después todo se desencadenó en un segundo. La Olcott, con el rodete deshecho, livor y llamas, como una medusa, tendía sus ramas contra Aglie, le arañaba la cara, y le apartaba con la violencia del impulso acumulado para ese salto, Aglie retrocedía, se tropezaba con la pata del brasero, giraba sobre sí mismo como un derviche e iba a dar con la cabeza contra una máquina, desplomándose con el rostro ensangrentado. En el mismo instante, Pierre se arrojaba sobre Lorenza, y mientras se precipitaba hacia ella extraía el puñal que llevaba sobre el pecho. Ahora me daba la espalda , no comprendí enseguida lo que había sucedido, pero vi que Lorenza caía a los pies de Belbo, con el rostro exangüe y que Pierre levantaba el cuchillo aullando: -¡Enfin, le sacrificie humain!-, y entonces, dirigiéndose a la nave, a voces: -¡Ia Cthulhu! ¡Ia S'ha-t'n!
El péndulo de Foucault (1988).Umberto Eco.
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