Las dos bestias voladoras aguardaban y arañaban inquietas los líquenes del suelo , y me di cuenta de que el viejo estaba a punto de perder la paciencia.Cuando uno de aquellos animales comenzó a moverse, alejándose del lugar, el viejo se volvió rápidamente y lo detuvo, de suerte que, con la rapidez del movimiento, se le desprendió la máscara que llevaba en el lugar correspondiente a la cabeza. Y entonces, al ver que aquella pesadilla se interponía entre la escalera de piedra y yo, me arrojé al fondo oleaginoso del río pensando que sin duda desembocaría, por alguna cavidad, en el fondo del océano. Me lancé en aquel jugo pútrido de las entrañas de la tierra, antes que mis locos chillidos pudieran hacer caer sobre mí las legiones de cadáveres que aquellos abismos pestilentes ocultaban.
El ceremonial (1923).
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