Tal vez la primera ocasión en la que se presentó al Necronomicón como un libro real tuvo lugar en 1934, y fue una broma de uno de los jóvenes corresponsales de Lovecraft, Donald Wollheim. En torno a 1934, Wollheim envió a un pequeño periódico de Connecticut, el Bradford Review and East Haven News, una reseña de un libro: una traducción al inglés del Necronomicón realizada por un tal W.T. Faraday. En la reseña, afirmaba que aquella era la primera traducción del célebre grimorio ficticio al inglés a partir de la edición en latín de Olaus Wormius (es obvio que Wollheim no había leído entonces el texto de Lovecraft Historia del Necronomicón (1927), donde los hechos son distintos), y que era solo una tercera parte del libro original, que Faraday había evitado traducir por completo por seguridad para los hombres. En la reseña no se llegaba a mencionar a Lovecraft en ningún momento, aunque sí se decía que había inspirado a escritores como Ambrose Bierce o Robert W. Chambers. El artículo de Wollheim fue publicado sin conocimiento de Lovecraft, y no llegó a decírselo en las cartas que intercambiaron. En septiembre de 1936, Wollheim le envió la reseña a Willis Conover, de quien escribí en esta entrada, quien se la envió a su vez a Lovecraft, quien finalmente se dio cuenta de que era un engaño, y bromeó con Conover, diciéndole: Debo conseguir esta traducción de Faraday, aunque probablemente sea una falsificación. El propio Conover, en su obra Lovecraft al Last (1975), donde rememoraba sus años de correspondencia y amistad con el escritor de Providence, incluyó parte de la reseña de Wollheim, una deliberada farsa que divirtió al propio Lovecraft.
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