En la revista cultural española Jot Down Magazine (aquí su página web), fundada en 2011 y dedicada al mundo de la cultura en general, con secciones dedicadas a la literatura, el cine y la televisión, la música, la ciencia, los deportes, etc., encontramos en el número de marzo de este año un interesantísimo artículo sobre Lovecraft, firmado por E.J. Rodríguez y titulado Lovecraft: el mal que no existe. Analizando el sentido y el tema de las obras de Lovecraft, en palabras del autor, el Solitario de Providence fue un escritor del siglo XX con un estilo decimonónico, que se consideraba a sí mismo heredero de tiempos incluso más antiguos, pero que, de manera paradójica, podría encajar en lo que resta del siglo XXI más que en ninguna otra época. A lo largo del artículo, se explica que con la llegada del Racionalismo en el siglo XIX el clásico cuento de terror, en el que toda clase de monstruos (vampiros, hombres-lobo, fantasmas...) eran el vehículo del Mal considerado desde una óptica judeo-cristiana, se transformó en una clase de cuento donde el mecanismo que originaba los monstruos no radicaba en la lucha sobrenatural entre el bien y el mal, sino, por ejemplo, en procesos naturales como la evolución por selección natural formulada por Charles Darwin. El autor hace referencia a escritores como H.G. Wells, cuya clásica obra La guerra de los mundos (1898) anticipó los relatos de terror cósmico de Lovecraft, en los que razas extraterrestres observan y eliminan a los seres humanos sin ninguna clase de escrùpulos éticos, con absoluta indiferencia. La naturaleza actúa de forma fría, mecánica, sin emociones.
Rodríguez concluye su texto con una frase que encierra toda la esencia de la obra de Lovecraft:
El terror del siglo XXI, pues, podría terminar siendo determinado por la escuela de Lovecraft: el mal no existe, y si existe, carece de importancia. El universo es de una enormidad inconcebible y, lo peor de todo, no nos reserva ningún trato especial. El terror bien hecho, creo que diría Lovecraft, hace que el público termine añorando el mal. Pues el mal, a fin de cuentas, sí es algo humano.
Podéis leer el artículo completo en este enlace.
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