En 1925, cuando Lovecraft vivía en New York con su esposa Sonia Greene y asistía a las reuniones del Kalem Club, del que tenéis más información en esta entrada, conoció a una persona que era un miembro marginal de este grupo de amigos: se trataba del actor inglés Wheeler Dryden (1892-1957), uno de los hermanastros de Charles Chaplin, hijo de la madre de éste, Hannah Chaplin (1865-1928). Dryden llegó a Estados Unidos en 1918, y permaneció en el país hasta su muerte, adquiriendo la nacionalidad estadounidense en 1936. Dryden vivía entonces en Nueva York y tenía cierta relación con algunos miembros del Club Kalem, como Samuel Loveman, Henry McNeil y George Kirk. Lovecraft escribió de él, en una carta a Edward Cole del 24 de febrero de 1925, que "era un buen sujeto, aunque un poco simple". Lovecraft y Dryden solían discutir sobre religión, y el escritor de Providence, como ateo, atacaba a Dios mientras que el actor no hacía más que defenderlo, y acababa diciendo, sin más argumentos: "¡Pero repito que yo no pretendo que Dios sea unanciano de largas barbas!".
viernes, 21 de agosto de 2015
WHEELER DRYDEN
En 1925, cuando Lovecraft vivía en New York con su esposa Sonia Greene y asistía a las reuniones del Kalem Club, del que tenéis más información en esta entrada, conoció a una persona que era un miembro marginal de este grupo de amigos: se trataba del actor inglés Wheeler Dryden (1892-1957), uno de los hermanastros de Charles Chaplin, hijo de la madre de éste, Hannah Chaplin (1865-1928). Dryden llegó a Estados Unidos en 1918, y permaneció en el país hasta su muerte, adquiriendo la nacionalidad estadounidense en 1936. Dryden vivía entonces en Nueva York y tenía cierta relación con algunos miembros del Club Kalem, como Samuel Loveman, Henry McNeil y George Kirk. Lovecraft escribió de él, en una carta a Edward Cole del 24 de febrero de 1925, que "era un buen sujeto, aunque un poco simple". Lovecraft y Dryden solían discutir sobre religión, y el escritor de Providence, como ateo, atacaba a Dios mientras que el actor no hacía más que defenderlo, y acababa diciendo, sin más argumentos: "¡Pero repito que yo no pretendo que Dios sea unanciano de largas barbas!".
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