Os dejo un brevísimo cuento que escribí hace bastantes años y que, aunque no tiene nada que ver con los relatos de Lovecraft, no deja de ser fantástico y algo macabro...
Había visto muchas veces aquella hermosa mano, siempre jugueteaba con ella en las tardes lluviosas de otoño, y mientras el viento lacerante soplaba en la calle, yo acariciaba con suavidad la mano,esa mano tan hermosa y tan dulce, su mano. Su piel era tan suave, pálida y aterciopelada,que me sumergía en ella con una pasión casi enfermiza y me pasaba horas recorriendo las líneas de la palma o el contorno de las venas con la punta de mis dedos. En ocasiones la cubría totalmente, y la besaba, porque sabía que le gustaba, mis labios no dejaban de humedecer los estilizados dedos y toda la mano. Era simplemente ella, la mano, y ahora mismo la recuerdo sentado en esta celda.Me viene a la mente como si todavía la tuviera, y solo con recordar su piel, oh su piel , me estremezco, pero aquí no puedo pensar. Ya no sé que va a ser de mí, porque aunque estoy condenado a muerte ya estoy muerto, pues sin ella, sin mi mano, no soy nada, y me diluyo como el viento en la mañana, como la lluvia en el desierto. No soy nada. Mi mano... Si por algo más que un amor, otros como yo mataron, y destruyeron, y realizaron actos de increible crueldad, ¿qué no haría yo por esa mano?Pero... ya lo hice, y por ello me pudro en esta oscuridad malsana. Mi vida no tiene sentido, y escribo estas últimas palabras en la sucia pared de mi celda, como el incompleto testamento de un hombre enamorado. Pero, Dios del Cielo, ¿es pecado amar una mano, y asesinar por tenerla? Ya se acercan los carceleros y ya llega mi hora...me reuniré con la mujer a la que corté la mano y asesiné solo por amor...por su mano...la mano...
Había visto muchas veces aquella hermosa mano, siempre jugueteaba con ella en las tardes lluviosas de otoño, y mientras el viento lacerante soplaba en la calle, yo acariciaba con suavidad la mano,esa mano tan hermosa y tan dulce, su mano. Su piel era tan suave, pálida y aterciopelada,que me sumergía en ella con una pasión casi enfermiza y me pasaba horas recorriendo las líneas de la palma o el contorno de las venas con la punta de mis dedos. En ocasiones la cubría totalmente, y la besaba, porque sabía que le gustaba, mis labios no dejaban de humedecer los estilizados dedos y toda la mano. Era simplemente ella, la mano, y ahora mismo la recuerdo sentado en esta celda.Me viene a la mente como si todavía la tuviera, y solo con recordar su piel, oh su piel , me estremezco, pero aquí no puedo pensar. Ya no sé que va a ser de mí, porque aunque estoy condenado a muerte ya estoy muerto, pues sin ella, sin mi mano, no soy nada, y me diluyo como el viento en la mañana, como la lluvia en el desierto. No soy nada. Mi mano... Si por algo más que un amor, otros como yo mataron, y destruyeron, y realizaron actos de increible crueldad, ¿qué no haría yo por esa mano?Pero... ya lo hice, y por ello me pudro en esta oscuridad malsana. Mi vida no tiene sentido, y escribo estas últimas palabras en la sucia pared de mi celda, como el incompleto testamento de un hombre enamorado. Pero, Dios del Cielo, ¿es pecado amar una mano, y asesinar por tenerla? Ya se acercan los carceleros y ya llega mi hora...me reuniré con la mujer a la que corté la mano y asesiné solo por amor...por su mano...la mano...
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