Entonces el que la había encontrado la arrojó rápidamente al escarpado precipicio que había junto a ellos, pero no llegó ningún sonido desde la pendiente por la que debía haber caído. Y el lanzador tembló, temiendo muchas cosas que no eran conocidas,sino tan sólo susurradas oscuramente. Entonces, cuando contó cómo la esfera que había cogido parecía de piedra salvo por su peso; y cómo se había quedado flotando en el aire como las semillas de cardo,él y los seis que le acompañaban huyeron con el rabo entre las piernas de aquel lugar y juraron que era un lugar maldito.
La hechicería de Aphlar (1935).
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