Hoy voy a colgar uno de los primeros cuentos-por no decir el primero- que escribí en el año 1996, a la edad de 11 años. En aquella época aún no había descubierto a Lovecraft, pero queda claro que mis aficiones y mis gustos se encaminaban por los mismos derroteros. Es un cuento muy breve, que creo recordar está basado en un relato muy similar de algún libro escolar que leí por aquellos días, aunque no recuerdo cual. He corregido los errores ortográficos y gramáticos (que, aunque por mi corta edad, deberían ser muchos, no era el caso).
Luis había cumplido ocho años y le habían regalado una figura de porcelana. La figura medía unos quince centímetros de altura y era de color naranja, con la forma de un gatito muy pequeño. Se lo había regalado su abuela Laura.
Su madre Manuela lo puso en la mesita de noche de su habitación. Por la noche, Luis miraba la figura asustado: no le gustaba el color de sus ojos. Siempre se lo decía a su madre:
-¡Mamá, la mirada de ese gatito no me gusta nada!¡Nada!
Y su madre le respondía:
-Si sólo es una figura de porcelana que no se mueve, y ni siquiera está vivo, Luis.
Pero una noche, Luis se dirigió a su habitación y cuando entró, el gatito no estaba en la mesilla. Luis bajó a la salita, donde estaban sus padres, entonces se dio cuenta de que el gatito se encontraba encima del televisor, y además había cambiado de postura. Luis no se atrevió ni a moverse, cuando subió de nuevo a su habitación, halló al gatito que lloraba partido en dos sobre su cama.
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