Recientemente he tenido la feliz ocasión de leer una de las mejores adaptaciones de varios de los cuentos de Lovecraft encardinados en los Mitos de Cthulhu, de la pluma del dibujante uruguayo Alberto Breccia (1919-1993) y adaptados y guionizados por su yerno Norberto Buscaglia (n.1945). Sobre la adaptación el propio Buscaglia declaró en una entrevista:
Las adaptaciones de la obra me pertenecen. Alberto hizo solamente "El Ceremonial". Las demás las hice yo. En esos momentos quienes eran titulares de los derechos pidieron que se mantuviera el espíritu literario de Lovecraft. Por eso, Alberto me pidió que interviniera. De ahí surge que algunas historias tengan mucho texto, cosa que a los dibujantes no les agrada. Pero no había otra alternativa. Discutimos bastante el tema.
En su conocido ensayo El horror en la literatura, Lovecraft sostuvo que en todo buen relato de terror el factor esencial es la atmósfera, «ya que –apostillaba- el criterio último de autenticidad no reside en que encaje una trama, sino que se haya sabido crear una determinada sensación». Las adaptaciones que, bajo el lema Los Mitos de Cthulhu, hizo de los relatos del propio Lovecraft Breccia (reunidas en castellano en un sólo volumen por Ediciones Sins entido) cumplen a rajatabla con esa premisa.En 1992, conversando con Latino Imparato, Breccia recreó su primer encuentro con la obra de Lovecraft: era 1959 ó 1960 y el artista montevideano adquirió en Barcelona una antología de cuentos fantásticos que contenía El horror de Dunwich, uno de los mejores textos del narrador de Providence. De aquel contacto casual le quedó el deseo de verter aquella obra en el molde de la historieta; decidirse le llevó más de una década. En 1972 emprendió finalmente la realización de “El ceremonial”, uno de los relatos del autor estadounidense. A partir de entonces, y durante tres años, elaboró una serie de versiones que, en forma de historietas cortas, publicó la revista italiana Il Mago desde noviembre de 1973.
Intuitivamente dotado para la creación de atmósferas tenebrosas, Breccia se había enfrentado con antelación a desafíos similares: en su versión del clásico El Eternauta el dibujo no define al invasor extraterrestre; se limita a apuntar algunos rasgos, dejando que el espectador proyecte sobre ellos sus propios temores. Los Mitos de Cthulhu reclama una participación similar.
La prosa de Lovecraft enfatiza, paradójicamente, la imposibilidad de lo narrado: para no caer en la locura, sus personajes suelen enfrentarse al horror de forma oblicua. Estas páginas reproducen esa estrategia: en ellas, los monstruos son criaturas abstractas cuya figura remite directamente a las pesadillas del lector, de ahí la turbación que despiertan.
Para reforzar ese efecto, el uruguayo recurre a todo tipo de técnicas (tramados mecánicos, collages, efectos ópticos), modificando su dibujo de raíz expresionista en función de cada historia.
Para reforzar ese efecto, el uruguayo recurre a todo tipo de técnicas (tramados mecánicos, collages, efectos ópticos), modificando su dibujo de raíz expresionista en función de cada historia.
No hay duda de que más de treinta años después de su creación este comic sigue siendo, en mi modesta opinión, una de las mejores adapataciones de Lovecraft, y sus páginas siguen transmitiéndonos, a semejanza de los tenebrosos pasajes de los relatos del maestro de Providence, una sofocante sensación de miedo cósmico, angustia y temor supraterrenal.
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