El 28 de enero de 2020, con ocasión de la publicación de una antología de poemas de Lovecraft en español titulada Un tenue éter indeterminado, por la editorial Pre-Textos, de la que escribí en esta entrada, apareció en el suplemento cultural La Esfera de Papel (aquí su página web oficial), del periódico español El Mundo, que empezó a editarse en 2018, un artículo bajo el título Lovecraft, poeta: nombres y apodos del espanto, obra del escritor cordobés Joaquín Pérez Azaústre (n. 1976). Se trata de un breve texto en el que Pérez Azaústre hace un fugaz repaso a la vida de Lovecraft, y un análisis de la obra publicada por Pre-Textos hace ahora un año, en el que afirma, entre otras cosas, que sus relatos son el germen de toda una lectura popular que ha encontrado su germen entre pulpos espaciales y edades primitivas de magia extraterrestre; pero también podemos descubrirlo en su poesía, como radiografía encriptada de un espíritu que quizá ni siquiera se desveló a sí mismo su íntima verdad. Aquí conoceremos a Howard Phillips Lovecraft en la fotografía icónica tomada por Lucius B. Truesdell en 1934: como alguien al acecho de sus mundos probables, de su última escapada hacia la niebla. Así, pocas veces unos rasgos se han asomado con más exactitud a la intención poética de un hombre, a esa mirada entera y desmesuradamente absorta en su propio misterio. Los mundos abisales y galácticos que vislumbró Lovecraft no estaban más allá, sino en su más acá, en una región íntima y arcana que descubrió seguramente en su primera infancia, dando esos paseos por los bosques de Nueva Inglaterra tras la muerte temprana de su progenitor, el representante de ventas Winfield Scott Lovecraft, que lo dejó con su arañazo de soledad.
Podéis leer el texto completo en este enlace.
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