En julio de 2018, en la revista digital española Entrelíneas (aquí su página web oficial), una publicación cristiana sobre cine, música, literatura, arte, teatro, televisión, cómic y fe fundada en 1985, apareció un artículo titulado H.P. Lovecraft: Los orígnes religiosos del terror en el siglo XXI, de Pablo Fernández. Se trata de un documentado estudio en el que se analiza la enorme influencia que tuvo en el universo fantástico de Lovecraft la enseñanza de los predicadores puritanos y la misma Biblia. En el texto, que podéis leer en este enlace, encontramos afirmaciones como las siguientes:
Su abuelo Whipple Van Buren Phillips se convirtió en un muy próspero empresario desde que inventó su propia cosedora y mantenía una excelente relación con el resto de la ciudad de Providence. Fue fundador de la logia masónica Freemason Ionic Lodge No. 28 y miembro de multitud de instituciones, incluida la congregación metodista para la que abrió las puertas de su casa con el objetivo de que hiciesen allí sus reuniones. La tesis de Kurt Oystein Slatten sobre la influencia de la predicación puritana no es ningún disparate. Todo el cosmicismo como corriente filosófica creada por H.P. Lovecraft, se basa al fin y al cabo en una de las más reconocibles y particulares doctrinas puritanas, que es la singular insignificancia del ser humano. Cualquiera que lea a H.P. Lovecraft entiende desde el principio que no está ante un escritor habitual, ni siquiera habitual entre los escritores de terror que le influenciaron como Mary Shelley, Lord Dunsany o Edgar Allan Poe. Los protagonistas de H.P. Lovecraft rara vez tienen alguna relevancia frente a los poderes sobrenaturales y los hombres no son más que insectos al lado de los dioses, cuyas intenciones son la indiferencia o la completa aniquilación de la humanidad. Sermones famosos como “Pecadores en las manos de un Dios airado” de predicadores como Jonathan Edwards son referencias inevitables al analizar la obra de H.P. Lovecraft, pero cuesta imaginar que conociera a los puritanos en su propia familia. Es más probable que lo hiciera en obras como las de Nathaniel Hawthorne. Era bien sabido ya que entre febrero de 1692 y mayo de 1693 catorce mujeres habían sido ahorcadas en Salem, Massachusetts, acusadas de brujería. Nathaniel Hawthorne era tatara tatara nieto del único juez que no se había arrepentido por esos crímenes y se había hecho popular en su propia época por firmar libros como “La letra escarlata”. Sus historias en general hacían un fuerte énfasis en la grandeza de la herencia británica en América y el mal inherente al ser humano, al mismo tiempo que hacía una crítica a la moral puritana y enseñaba complejos sistemas psicológicos, por lo que no es de extrañar que su obra cautivara la atención de H.P. Lovecraft. (...) Cthulhu es adorado por una comunidad heterogénea de diferentes razas, que espera su regreso para recibir de él la redención y disfrutar de su reino. “Con el paso de extraños eones, incluso la muerte puede morir” - escribe en el relato un confiado H.P. Lovecraft. La gran diferencia entre Cthulhu y Cristo es obviamente el amor. Para el apóstol Juan, uno de los discípulos de Cristo, Dios es literalmente amor y un amor no meramente teórico o desde la distancia - sino un amor que necesariamente se muestra por medio de acciones concretas y personales. Es por eso que a diferencia de Cthulhu, Cristo no está continuamente dormido. Cristo se acerca a las personas no como una monstruosa mezcla de pulpo y dragón, sino como un bebé de ser humano, con sus mismos riesgos pero también con la capacidad añadida de poder amar personalmente y pagar con su muerte la posibilidad de darles vida. La expresión “no temáis” se repite 365 veces en la Biblia pero ¿cómo no habremos de tener miedo, cuando conocemos nuestra fragilidad? Según el mismo escritor judío del Siglo I, es ese amor de Cristo el que ”echa fuera todo temor”. El miedo en la Biblia no es descrito exactamente en los términos en los que está descrito por H.P. Lovecraft, aunque ciertamente le sirve como base para crear su propia caricatura. Una caricatura fascinante que habla en primer lugar de lo poco que puede ayudar la religión por sí sola, sin el amor de Cristo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo” -dice el mismo autor- “que dió a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda mas tenga vida eterna”. ¿No es acaso esa una buena noticia para celebrar?
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