domingo, 6 de noviembre de 2022

LA HERENCIA DE CTHULHU (1978)


 


 

 


En 1978, la editorial mexicana Joaquín Mortiz (fundada en 1962 por el exiliado español Joaquín Díez Canedo (1918-1999), hijo del ilustre escritor y crítico extremeño Enrique Díez Canedo (1879-1944), publicó el libro Los sueños de la bella durmiente, del escritor mexicano Emiliano González (1955-2021), una obra de 218 páginas que fue por mucho tiempo un clásico de culto. Es una colección de cuentos y relatos que se podrían clasificar como de terror, o tal vez fantásticos, un homenaje a grandes autores del siglo XIX que González leyó con fervor durante toda su vida, y a la vez una invitación a escritores y lectores de su tiempo: un reto a dejar lo que entonces se entendía como la «forma correcta» de escribir literatura y buscar otra, que consiguiera ser más humana y más profunda por la vía del sueño y de la imaginación. Entre los relatos, cabe destacar el que lleva por título La herencia de Cthulhu, un homenaje de su autor a Lovecraft y que remite a La llamada de Cthulhu; de hecho, reproduce su estilo y algunos de sus motivos temáticos, gracias a lo cual deviene un magnífico pastiche de dicho relato. En la narración de González, el protagonista narrador recibe una escultura primitiva que, conforme al texto

 representaba al terrible Zoigor-Asenathoth, deidad primigenia regidora del Fuego Que Se Arrastra Y Enloquece. A primera vista, parece ser un escarabajo idealizado a extremos patológicos: los cuernos que lo coronan están dirigidos a puntos diferentes del espacio, su coraza estuvo recamada alguna vez de piedras preciosas (un rubí, un granate perviven) y parece hallarse en decisiva posición de ataque. Un segundo vistazo nos hace percibir algo atroz, algo inhumano y abominable, quizás en el estilo de la pieza: su barroquismo arabesco contrasta violentamente con la tosquedad primitiva de las obras celtas de entonces. O quizás ese algo provenga del material utilizado: mármol, absolutamente inencontrable en una región de piedra pómez como Dillington. Todo parece indicar que su finalidad iba más allá de lo simplemente decorativo, pues jugó en sus días un papel tan importante como el del sacerdote de mayor gradación en un culto espantoso y, por lo demás, rodeado de una espesa tiniebla reverencial.

La obra de González fue reeditada en 2021 por Penguin Random House, con un prólogo de Miguel Lupián.

Podéis leer el relato completo en este enlace.

 

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