En 1912 Lovecraft escribió una oda dedicada a uno de los grandes poetas de Estados Unidos, de fama universal, Walt Whitman (1819-1892), considerado el padre de la moderna poesía estadounidense y cuya obra influyó en otros reconocidos autores como Rubén Darío, García Lorca, T.S. Eliot, Fernando Pessoa, Henry Miller, Pablo Neruda o Hart Crane (este último llegó a ser conocido por el propio Lovecraft, como escribí en esta entrada). En este poema, que sería incluido en el volumen The Ancient Track (2001), Lovecraft no pareció pensar muy positivamente sobre Whitman al escribirlo, pues muestra una opinión un tanto dura sobre su obra, que ya en su época fue muy criticada, sobre todo su famoso libro Hojas de hierba (1855), descrito como obsceno por sus abiertas referencias a la homosexualidad.
Behold great Whitman, whose licentious line
Delights the rake, and warms the souls of swine;
Whose fever'd fancy shuns the measur'd pace,
And copies Ovid's filth without his grace.
In his rough brain a genius might have grown,
Had he not sought to play the brute alone;
But void of shame, he let his wit run wild,
And liv'd and wrote as Adam's bestial child.
Averse to culture, strange to humankind,
He never knew the pleasures of the mind.
Scorning the pure, the delicate, the clean,
His joys were sordid, and his morals mean.
Thro' his gross thoughts a native vigour ran,
From which he deem'd himself the perfect man:
But want of decency his rank decreas'd,
And sunk him to the level of the beast.
Would that his Muse had dy'd before her birth,
Nor spread such foul corruption o'er the earth.
He aquí el gran Whitman, cuya línea licenciosa
deleita al libertino y calienta las almas de los cerdos;
Cuya fantasía febril rehuye el ritmo medido,
Y copia la inmundicia de Ovidio sin su gracia.
En su tosco cerebro podría haber crecido un genio,
si no hubiera intentado jugar al bruto solo;
Pero sin vergüenza, dejó que su ingenio se
volviera loco,
Y vivió y escribió como el hijo bestial de Adán.
Averso a la cultura, extraño a la humanidad,
nunca conoció los placeres de la mente.
Despreciando lo puro, lo delicado, lo limpio,
sus alegrías eran sórdidas y su moral mezquina.
A través de sus pensamientos groseros fluía un vigor nativo, del cual se consideraba el hombre perfecto:
pero la falta de decencia disminuyó su rango
y lo hundió al nivel de la bestia.
¡Ojalá su Musa hubiera muerto antes de su nacimiento,
Ni esparciera tanta corrupción sobre la tierra!
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