viernes, 2 de septiembre de 2016

LA ANTIGUA SENDA




The Ancient Track  (en castellano, La antigua senda) es un poema de Lovecraft de 44 versos, que escribió en noviembre de 1929 y apareció publicado en el número 3, 15, de la revista Weird Tales de marzo de 1930. En el poema el narrador va caminando por un sendero solitario y se encuentra con un cartel que indica la distancia en millas hasta Dunwich, lo que anticipa los horrores de los que va a ser testigo. El poema resulta muy curioso, porque es la otra única mención de la localidad ficticia de Dunwich en toda la narrativa y la poesía de Lovecraft, junto con El horror de Dunwich. Entre otros libros recientes, este poema apareció en la obra, titulada precisamente The Ancient Track: The Complete Poetical Works of H.P. Lovecraft, publicado por Hyppocampus Press en 2013.
Aquí tenéis una traducción libre al castellano.




LA ANTIGUA SENDA
No hubo mano amiga que me ayudara
 La noche que encontré la antigua senda
 Sobre la colina, cuando creí descubrir
 Los campos que embrujaban mi espíritu.
Ese árbol, aquel muro: los recordaba bien,
Y todos los tejados y bosquecillos
Eran familiares a mi mente,
 Como si los hubiera visto poco antes.
 Adiviné que sombras se moldearían
Cuando la perezosa luna ascendiera
Tras la colina de Zaman, y supe
Cómo se iluminaría el valle poco después.
Y cuando la senda subió, alta y agreste,
Y parecía perderse entre los cielos,
No temí lo que pudiera ocultarse
Tras aquellas laderas informes.
 Caminaba decidido mientras la noche
Se tornaba pálida y fosforescente;
Los tejadillos de una casa lucían
 Espectrales cerca del escarpado camino.
 Allí estaba el conocido letrero:
 “Dos millas a Dunwich”, la visión
 De los campanarios y tejadillos asomó
Delante de mí diez pasos más arriba…
No hubo mano amiga que me ayudara
Cuando me topé con la antigua senda,
Cuando crucé la cima y descubrí
 Aquel valle de ruina y desolación;
Tras la colina de Zaman surgía
La mole enorme de una maligna luna,
 Alumbrando malezas y enredaderas
Sobre ruinosas paredes jamás vistas por mí.
Lucía tétrica en ciénagas y campos,
Y unas aguas invisibles vertían vapores
Ondulantes que me hacían dudar
 De mi antiguo amor por este lugar.
Y desde aquella horrible región supe
Que mi pasado cariño nunca había sido
Y que me había alejado del sendero
 Que baja a aquel valle de la muerte.
La niebla se escurría a mi alrededor,
Arriba, luminosa, brillaba la Vía Láctea…
No hubo mano amiga que me ayudara
La noche que descubrí la antigua senda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario