El pasado 15 de marzo, con motivo del aniversario de la muerte de Lovecraft, en la revista digital española Zenda Libros, se publicó un artículo titulado Muere Lovecraft, su obra es sistematizada por sus discípulos, firmado por el periodista y escritor Javier Memba, dentro de su serie Nuevos momentos estelares de la Humanidad. Se trata de un texto en el que se analiza la trayectoria vital y literaria del escritor de Providence, en el que podemos leer lo siguiente, entre otras cosas que podéis descubrir en este enlace:
Otro quince de marzo, el de 1937, hace hoy justo 86 años, Howard Phillips Lovecraft, escritor de science fiction, muere perseguido por los seres invisibles. En realidad, es un cáncer intestinal la dolencia que aquel día como hoy, de hace ya tanto tiempo, se lleva al outsider de Providence (Rhode Island) a esa nada de la que nunca se vuelve. Pocas líneas resultan tan difusas como la que separa el horror de la ciencia ficción, pocos autores oscilaron de un lado a otro con la frecuencia que lo hizo el creador de los mitos de Cthulhu. Respecto a la persecución de los incorpóreos, será la hermosísima dedicatoria —“A la memoria de Lovecraft, escritor de science fiction que murió perseguido por los seres invisibles”— con la que, ya en 1969, Juan Perucho abrirá su participación en la primera edición española de Los mitos de Cthulhu, la copilada y traducida por el psiquiatra Rafael Llopis para Alianza Editorial ese mismo año 69.
Antes de que ese impagable divulgador de la literatura fantástica que fue Llopis trajese a nuestro país a ese maestro del cuento de miedo, que tal día como hoy partió hacia el otro lado de ninguna parte, los acólitos, los corresponsales, los integrantes del Círculo de Lovecraft —que ahora llaman los millones de lectores a los primeros discípulos del outsider de Providence— habrían de acometer la labor de terminar la cosmogonía de los mitos de Cthulhu, su genealogía —Primigenios, Dioses Arquetípicos, razas menores—, la bibliografía canónica de grimorios apócrifos… En fin, la sistematización y organización definitiva de todo el ciclo para dar a conocer al mundo entero la obra de H. P. Lovecraft tal y como se lee en la actualidad.
De modo que ese día igual que hoy fue una jornada triste porque murió uno de los grandes cuentistas que ha dado la humanidad. Pero también fue un momento estelar de la especie porque el cuento de miedo —el cuento por excelencia, del que ya gozaban nuestros más remotos ancestros en las cavernas, alrededor de las primeras hogueras, con las primeras inquietudes— cobra una nueva dimensión.
El Lovecraft que muere un día como hoy sólo era conocido por los suscriptores y lectores en general de la revista Weird Tales, toda una referencia en la literatura fantástica. Como la mayoría de los grandes escritores estadounidenses del pasado siglo, el de Providence también se ha prodigado en las revistas pulp. Pero poco más. De hecho, al llegar la hora final, se ve agobiado por la pobreza. Sólo ha vendido relatos y por mucho que las revistas pulp asistan a una edad dorada, lo que pagan no da para que nadie se gane la vida.
El difunto fue un misántropo desde que se le recuerda. Nueva York fue superior a sus fuerzas. Su cosmopolitismo, esa mezcla de gentes… No podía con ella. Su exacerbada anglofilia le llevaba a despreciar todo lo que no fuera inglés. Tanto era así que hasta abominó de la independencia de las Trece colonias americanas del imperio británico. También retraído desde que se le recuerda, la literatura, además de un refugio, fue su más frecuente medio de expresión. Cuando sus acólitos acometan la tarea de disponerlas para la posteridad, que hoy mismo empiezan a modo de despedida, dirán que llegó a escribir más de cien mil misivas.
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