Entre 1941 y 1978 se publicó en España la famosa revista de humor satírico La Codorniz, todo un referente para las publicaciones humorísticas en nuestro país. Fundada por el periodista y escritor Miguel Mihura (1905-1977), en ella colaboraron humoristas tan reconocidos como Miguel Gila, Antonio Mingote, Jaume Perich El Perich, Antonio Fraguas Forges, Máximo San Juan Máximo o José María González Chumy Chúmez. En el número 1560, del día 22 de agosto de 1971, apareció publicado un divertido artículo titulado Recordando a Lovecraft, firmado por el periodista y excomisario de policía extremeño Elías Cortés Fernández (n. 1940), quien fue colaborador asiduo de La Codorniz entre 1965 y 1978. Recordemos que en 1970 Alianza publicó su famosa antología Los Mitos de Cthulhu recopilada por Rafael Llopis, iniciando en nuestro país la pasión por la obra de Lovecraft. Suponemos que Cortés, haciéndose eco de este interés por Lovecraft, escribió este texto en clave de humor, que os dejo aquí completo, a título de curiosidad:
RECORDANDO A LOVECRAFT
Aparecen en mi memoria aquellos momentos aborrecibles como
algo confuso y abominable que es mejor ocultar entre las frías y primordiales
nieblas del subconsciente; sumergir en lo más profundo, allá donde se alojan
los monstruos innominados que aguardan desde épocas remotas una resurrección
misteriosa, insinuada vagamente en las negras páginas del "Necronomicon", esa
obra inconfesable del árabe loco Abdul Alhazred. Puede que mis limitadas facultades
me impidan desarrollar el relato con toda su crudeza y veracidad, mas he de
intentarlo, espero que por primera y última vez, porque un poder extraño e irrefrenable
me obliga a ello. ¡Así que agárrense fuerte, por favor!
Aquel fatídico día, la crepuscular claridad de la alborada
dejaba caer sobre mi ánimo las sombras inquietantes y leprosas de una jornada
plena de presagios. Yo caminaba absorto, bordeando a duras penas las cenagosas
lagunas en que se habían convertido las calles de mi siniestro barrio y, al
pasar junto a la negra boca de una alcantarilla a medio tapar gracias a la proverbial
negligencia del Ayuntamiento, sentí en mi pituitaria un choque fétido y putrefacto
que me trajo de repente los arcanos vestigios de edades olvidadas en la noche
de los tiempos. Inquieto, apresuré el paso y, sin apenas advertirlo, me encontré
bajando hacia un insólito portal que parecía ser la frontera de otra dimensión.
Poco después, tras cumplir un ritual del que no me quedan recuerdos, comencé
a descender unos escalones, mientras notaba cómo una atmósfera caliginosa me
envolvía en un abrazo repugnante y sacrílego. Aterrado, en medio de una especie
de pesadilla soporífera, me di cuenta de que había desembocado en unos amplios
corredores, tenuemente iluminados por una luz espectral, en compañía de cientos
de lívidas sombras que caminaban como con prisa de llegar a quién sabe qué inmunda
ceremonia. Al fin me vi en una amplia y húmeda caverna, repleta de formas indiferentes
que parecían ser los restos degenerados de alguna raza primigenia y tenebrosa.
Luego... Luego sólo recuerdo un ruido tremendo y prolongado, una agitación indescriptible
en aquella multitud de entes expectantes, que me arrastró hacia no sé dónde
en un torbellino horroroso, y una voz lejana, siniestra, fungosa y demoníaca
gritó:
- ¡Noou obsk-tru iillán aaas puegtas!
Yo, al borde del colapso, noté que aquel lugar trepidaba bajo
mis pies, y que una oscuridad impenetrable y pavorosa se deslizaba a ambos lados
de los monstruosos seres que me apretujaban salvajemente. Se me vino entonces
a la memoria Lovecraft, y su inconcebible vaticinio:
"GRUJ AR TA-WIKG NAK"
El autor, Elías Cortés Fernández. |
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